Hola. Soy Mónica Unikel. Algunos me dicen Monikel. Soy nieta de inmigrantes de Ukrania y Lituania que llegaron a México en los años veinte del siglo pasado. 
Hace treinta años empecé a crear diversas rutas de visitas para recorrer las huellas de los antepasados judíos en el centro Histórico de la ciudad de México y en otros barrios. Esto logra conjuntar dos pasiones que tengo: el Centro Histórico y las historias de los inmigrantes judíos en México.
Los recorridos son “historia viva” basadas en memorias de gente real quienes me han aportado sus testimonios que son tesoros invaluables. Estas visitas honran su memoria. Y tras tantos años puedo asegurar que me sigo emocionando cada vez que voy a empezar una experiencia nueva en las calles del Centro que son fascinantes. 
Algo increíble es que el interés ha sido tal que tuve que preparar a otros guías para que mucha gente pueda disfrutar de esta maravillosa experiencia. Y son geniales. Mucha gente los busca directamente porque fueron recomendados, y eso me hace muy feliz.
¿Por qué doy visitas guiadas?
Porque creo en el poder de la calle y sus memorias y lo disfruto más que la academia. Porque creo que en las calles se puede encontrar los secretos del pasado, siempre y cuando se tengan historias de los inmigrantes e imágenes referenciales para guiarnos.
¿Qué busco generar en la gente que toma una visita conmigo?
Busco generar una experiencia emocional y no solo informativa. Que se vayan con algo que los haya emocionado y lo quieran llegar a compartir con su gente. 
Que aprendan acerca de la experiencia migratoria a través de historias, fotografías antiguas que se comparten en cada visita y los lugares en sí. Que los huelan, los caminen, los sientan, los imaginen.

Mónica obra el milagro, revive en un paseo la existencia de aquel barrio, como si toda aquella existencia se hiciera de pronto presente, la tienda de abarrotes, las vecindades de las calles Jesús María, Loreto y Moneda, la carnicería kosher, la laboriosidad shami, el humor asquenazí, la solidaridad halevi…
Mónica nos transporta a un mundo donde el teatro de la vida se impone, desplegándose sin remilgos, como si tras llamar a la puerta de una casa cualquiera de la vecindad se aparecieran ante nosotros los muebles, las cazuelas, las voces, los pasos e incluso los latidos de unos vecinos adormilados, inmóviles, dispuestos tan sólo a despertar si a alguien, como a Mónica, se le ocurre creer por un momento en su existencia.  

Manu Valentín, 2017